GLOBAL SOUND LAB

Entre otros aspectos, una de las aplicaciones del sonido como catalizador del bienestar es la seguridad urbana. Cuando pensamos en herramientas de seguridad, lo más probable es pensar en cámaras. Sin embargo, agregar el audio a los sistemas de videovigilancia aumenta la efectividad de estos dispositivos de manera drástica. Las cámaras de seguridad son capaces de detectar indicadores como comportamientos inusuales o la invasión de un perímetro por parte de un individuo. No obstante, la implementación del audio permitiría una respuesta a la par que más eficaz mucho más rápida. De este modo, estos sistemas de detección de audio podrían reconocer señales de alarma concretas como disparos, vidrios rotos y agresiones verbales. En este sentido, varios estudios afirman que esta reducción del tiempo de respuesta podría salvar alrededor de 10.000 vidas al año únicamente en Estados Unidos.

En un panorama actual con más de la mitad de la población mundial viviendo en ciudades, la reducción del ruido y la consecución de ecosistemas acústicamente saludables y agradables se convierten en derechos de primera necesidad para la ciudadanía. Mientras los parámetros de bienestar urbano se limitan a una visión estética de la urbe, la necesidad de contemplar la vertiente del sonido se vuelve uno de los retos más importantes a la par que ambiciosos dentro del urbanismo. Más allá de la legislación con la que cuentan numerosas ciudades para reducir la contaminación acústica y teniendo en cuenta el impacto que tiene el sonido en nuestra salud, la iniciativa Bilbao City Soundscape ofrece acciones y propuestas concretas para hacer de Bilbao una ciudad con un sonido identitario, responsable y saludable.

Para ello, el primer paso es diseñar un paisaje sonoro personalizado. Pero, ¿qué es el paisaje sonoro? Se trata de una faceta del diseño urbano capaz de reflejar las características tradicionales y culturales de un área que considera el sonido urbano como un recurso potencial. El concepto de paisaje sonoro puede tener un impacto positivo en la identidad sonora de una ciudad. Además del control de ruido, entendido como sonidos no deseados, el diseño de un paisaje sonoro pasa también por el estudio de la geofonía, es decir, todos aquellos sonidos generados por el agua, el viento, la lluvia u otros procesos físicos naturales. Así, el sonido de una fuente de agua, por ejemplo, es un instrumento ideal para llamar la atención y enmascarar el ruido del tráfico. Sin embargo, la antrofonía, o lo que es lo mismo, los sonidos generados por la actividad humana, es un aspecto que no se puede pasar por alto. A diferencia de los generados por la naturaleza, estos últimos suelen tener un impacto negativo en el entorno urbano, como por ejemplo el tráfico. En suma, el paisaje sonoro de una ciudad viene condicionado por todos estos factores, que bien cuidados crean una identidad auditiva única. Entre los elementos del paisaje sonoro que ayudan a crear entornos sonoros más amables se encuentran la plantación de muros verdes, el estudio de la estructura del agua, barreras de reducción de ruido de distintos materiales, por ejemplo.

Como ya hemos comentado, vivimos en un mundo que se está urbanizando de forma constante, lo que multiplica ya no solo la contaminación medioambiental, sino también la acústica. En ese sentido, el estruendo de los motores de los vehículos proporciona un telón de fondo constante a todos los elementos de la vida de la ciudad. Por ello, a medida que ese estruendo sea reemplazado gradualmente por el zumbido de los vehículos eléctricos, el sonido de la ciudad cambiará. La contaminación acústica de la que los automóviles son grandes responsables se ha relacionado con la muerte prematura y una gran variedad de problemas de salud. Lejos de la percepción de los coches eléctricos como un peligro para los peatones, se está estudiando la posibilidad de que los vehículos eléctricos detecten a los individuos cercanos y activen sonidos que se integren en el paisaje sonoro urbano.